Las autoridades de Aguascalientes tienen preparado un acto de justicia para el creador de la famosa calaca, José Guadalupe Posada
Juan
Carlos Rodríguez/ Enviado
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La Catrina cumple cien años la próxima semana; las autoridades
de Aguascalientes tienen preparado un acto al creador de la famosa calaca, José
Guadalupe Posada.
AGUASCALIENTES, Ags. 25 de octubre- La Catrina cumple cien años la próxima
semana y, para festejarlo, las autoridades de Aguascalientes tienen preparado un
acto de justicia para el creador de la famosa calaca.
A un siglo de que José Guadalupe Posada concibiera al personaje que se volvió
símbolo de la mexicanidad e icono de la celebración del Día de Muertos, el
Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA) anunció la apertura del primer Centro
de Documentación sobre la vida, obra y muerte del artista.
El objetivo del espacio es recopilar los trabajos de Posada (1852-1913) e
indagar sobre las múltiples lagunas que existen en la biografía del genio del
grabado, nacido en esta capital.
“Vamos a inaugurar un espacio dedicado exclusivamente a consulta e
investigación sobre la vida y publicaciones de Posada. El propósito es que la
gente pueda acercarse a los trabajos, pero también que aporte datos e
información que nos permita elaborar el primer catálogo razonado de Posada, que
no existe”, dijo Guillermo Saucedo, director del Museo que lleva el nombre del
artista.
“Es curioso, pero no se sabe con certeza cuántas obras realizó Posada en toda
su vida. Algunas fuentes dicen que fueron 15 mil trabajos, otras que 20 mil.
Este centro lo que pretende es compilar esta información, sistematizarla y tener
una base de datos confiable sobre el autor”, agregó el funcionario.
A Posada le rodea un halo de misterio. En principio, la primera publicación
de La Catrina, data de 1913, justo el año en que murió el grabador. El
fallecimiento de Posada ocurrió el 20 de enero de ese año, por lo que se infiere
que la calaca del sombrero emplumado fue creada el Día de Muertos anterior al
deceso, es decir, en 1912.
Hoy se sabe que las calaveras representan sólo 2% de la obra de Posada, sin
embargo son las que lo han inmortalizado. Asimismo, existe evidencia de que su
primer trabajo profesional como grabador, a los 18 años, fue un esqueleto
empuñando una guadaña.
El acta de defunción de Posada refiere que el cadáver del artista no fue
identificado por ningún familiar o amigo, por lo que sus restos fueron llevados
a la fosa común del Panteón Dolores, en la Ciudad de México. Se convirtió en una
“calavera del montón”, como dicen los versos del texto que acompaña a La Catrina
en su primera publicación.
Otro de los objetivos del Centro de Investigación, cuya sede estará en el
propio Museo José Guadalupe Posada, es documentar la muerte del artista.
Hasta la fecha se desconoce por qué Posada falleció en la pobreza, enfermo y
sin alguien que lo atendiera en su agonía, siendo que llegó a ser catedrático en
la ciudad de León, trabó amistad con Irineo Paz, abuelo de Octavio Paz, y formó
parte de la élite cultural del país.
“Posada vivió uno de los periodos más sangrientos de México, no sólo por las
guerras, sino por pestes y desastres naturales”, reflexiona Saucedo. “La muerte
giraba en torno de la vida de Posada, sin embargo, lo peculiar de las calaveras
de Posada es que no representan un culto a la muerte, sino a la vida. Aunque son
descarnados, sus personajes tienen un aspecto muy amable, llenos de alegría,
además son muy mexicanos”.
Saucedo sostiene que La Catrina es una de las pocas imágenes que mantienen
unidos a los mexicanos. “Es como nuestra bandera”, asegura. “En la historia de
los artistas plásticos, ninguno ha logrado generar un icono como lo logró
Posada, y lo más triste es que murió en condiciones paupérrimas, al parecer de
males hepáticos. Eso tampoco está muy claro. Se dice que le gustaba el alcohol,
y a los que hemos escarbado en su biografía nos parece creíble”, dice el
director del museo.
Los investigadores han logrado establecer que se casó con María de Jesús
Vela, en 1883, sin embargo, no se sabe cuándo murió ésta ni cuánto tiempo estuvo
cerca del artista después de que el matrimonio abandonara la ciudad de León para
trasladarse a La Merced, en la capital del país, donde instaló su taller.
De Posada sólo existen dos fotografías: una tomada a las puertas de su
taller, en el Distrito Federal, y otra en compañía de su hijo. El menor habría
muerto en 1900, a la edad de 17 años. También hay evidencia de que el artista,
originario del barrio de San Marcos, tuvo varios hermanos, pero ha sido
imposible seguirles el rastro.
“Yo llevo cinco años al frente del Museo y solamente una vez un joven de
apellido Posada se acercó para preguntarnos dónde podría encontrar archivos
documentales que le permitieran buscar los orígenes de su apellido y saber si
era descendiente del maestro”, recuerda Sauceda.
Los festejos por el centenario de La Catrina inician mañana y se prolongarán
hasta noviembre, y el 20 de enero próximo se conmemoran los cien años de la
muerte de Posada.
El gobierno estatal propuso que 2013 sea declarado Año de Posada, por lo que
tiene programado publicar dos libros sobre su vida, exposiciones en Estados
Unidos y Europa, y colocar reproducciones de su obra en los pueblos mágicos del
país.
El origen
La Catrina no nació como tal. El encabezado del texto que acompaña al célebre
personaje en la publicación de 1913 dice: “Las que hoy son empolvadas
GARBANCERAS, pararán en deformes calaveras”.
Los versos están dedicados a las trabajadoras domésticas que se
emperifollaban para aparentar ser gente de la alta sociedad.
El editor responsable de la publicación fue Antonio Vanegas Arroyo, para
quien Posada trabajó desde 1888.
Años después, los Vanegas Arroyo utilizaron por segunda vez la imagen de la
calaca en una publicación llamada “Las Pelonas.
En 1930 se publicó la primera monografía a José Guadalupe Posada, texto en el
que participó el pintor Diego Rivera, quien la bautizó como La Catrina.
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