jueves, 23 de agosto de 2012

La hora ha llegado, escribió el hombre que clamaba la eutanasia


'Adiós, mundo, la hora ha llegado, me he divertido", escribieron en nombre del británico con parálisis que perdió su batalla ante los tribunales

Agencias

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Tony Nickinson, en plenitud de facultades

LONDRES, 23 de agosto.- Tony Nicklinson, un británico con parálisis que perdió el jueves pasado su batalla ante los tribunales por solicitar que se le aplicara la eutanasia, y que falleció por causas naturales en su casa de Wiltshire, según confirmó su hijo en Twitter, pidió escribieran mediante Twitter, en su nombre: "La hora ha llegado".


En la cuenta de Twitter del enfermo, que actualizaban regularmente en su nombre sus familiares, el hijo de Nicklinson informó que su padre "Murió en paz por causas naturales. Antes de morir, nos pidió que tuiteáramos: 'Adiós, mundo, la hora ha llegado, me he divertido'", explicó su hijo en otro mensaje publicado en la misma plataforma.
En un tercer post, atribuido a su mujer, Jane, y a sus hijas ya adultas, Lauren y Beth, se lee: "Gracias por el apoyo durante estos años. Apreciaríamos que se respete nuestra privacidad en estos momentos difíciles".
También el equipo legal que representaba el caso de Nicklinson, la firma de abogados Bindmans, notificó el fallecimiento del enfermo, a través de un comunicado en el que tampoco se dieron más detalles sobre su causa. Un portavoz de la Policía ha hecho público que la muerte no será investigada.
El enfermo, de 58 años y en plenitud de facultades mentales, había llevado su caso ante el Tribunal Superior de Londres. Pedía protección legal para que, llegado el momento, un médico pudiera ayudarle a morir sin tener que afrontar después cargos por asesinato.
Los últimos días
La semana pasada un juez falló en su contra argumentando que un dictamen favorable hubiera implicado un cambio drástico en la legislación británica sobre el asesinato, algo que excedía los poderes de la corte.
Nicklinson llevaba siete días rechazando cualquier tipo de alimentación cuando le sobrevino la muerte, o el final de lo que él mismo calificó de “una pesadilla en vida”, a las 10 de la mañana.
Tomó esa decisión tras conocer la sentencia de la High Court (Alto Tribunal) en la que tres jueces estimaban que no les corresponde a ellos modificar la legislación según la cual “la eutanasia voluntaria equivale a un asesinato”.
Aquel día lloró ante las cámaras y denunció la “cobardía” de una justicia que persigue a los médicos y familiares dispuestos a ayudar a morir a un paciente terminal, aunque en la práctica ello no siempre sea así.
“Temo por el futuro y por las miserias que me acarreará”, explicó a través de la pizarra electrónica que se había convertido en su medio de comunicación con el mundo desde que un ataque de apoplejía le dejara sin habla y paralizada casi todo su cuerpo en 2005.
Un año antes de que Nicklinson sufriera aquel infarto cerebral durante un viaje de trabajo en Atenas, ya había firmado una directiva a través de la cual rechazaba cualquier tipo de tratamiento de apoyo en el supuesto de convertirse en un enfermo terminal. La enfermedad que le sobrevino meses después recibe un nombre bien gráfico en inglés: ”the locked-in syndrome”, esto es, el síndrome del cautiverio.

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